En 1878, Edison comenzó a trabajar en un sistema de iluminación eléctrica, algo que esperaba que pudiera competir con el gas y la iluminación a base de aceite. Empezó por abordar el problema de la creación de una lámpara incandescente de larga duración, necesario para su uso en interiores.
En 1879, Thomas Edison patentó la primera bombilla incandescente práctica. Utilizó un filamento de carbono que podía durar hasta 40 horas. Sin embargo, la bombilla no era eficiente energéticamente y producía mucho calor, lo que la hacía peligrosa.